Normalmente, cuando llega el verano, la mayoría de mis
amigos se echan a temblar pensando que sus familias harán las maletas y se irán
a pasar unos días de vacaciones lejos de ellos.
Cuando llega el verano, yo sólo tengo que preocuparme de mi
rapado de pelo. Porque en casa, sacan la cortadora y me quitan el abrigo. El
look de verano no es tan bonito, pero por lo menos no paso nada de calor.
Mi familia suele tener mucho cuidado con eso. Que no pase
calor, por eso no sólo me rapan casi al cero, al más puro estilo “internado
militar”, sino que cuando vamos en coche, me abren las ventanas para que me
llegué aire fresco y lo mejor es que durante el verano nunca me dejan esperando
dentro del coche. Ni siquiera a la sombra. En invierno es otra cosa, en
invierno, a veces me dejan en el asiento de atrás con mi mantita, pero creo que
no es mucho rato.
Además, cuando vamos a la calle y se prevé que estaremos
fuera de casa más de dos horas, ella siempre lleva una botella con agua para
mí. Una botella roja, que ya sé que es la mía.
Y es precisamente en verano cuando más excursiones hacemos
al campo. Porque si bien es verdad, que en Europa puedo ir donde me dé la gana
y entrar donde quiera sin mayor problema, en España sólo puedo ir a la montaña
o al río. En la playa sigo teniendo prohibido poner las patas por muy limpias
que las lleve y aunque ella siempre lleve un cargamento de bolsitas por si
tengo una emergencia. Y no es que me importe mucho, porque en la playa hace
muchísimo calor, el agua está salada y a partir del mediodía está todo mucho
más sucio que el cajón del gato de mis vecinos. Dan asco. No voy a llorar por
no poder entrar. Pero me gusta ir al campo. Correr entre las flores, saltar de
aquí para allá sin tener que llevar la dichosa cuerda que tanto me coarta.
Soy consciente de que por la calle no puedo ir a mi aire,
fundamentalmente por seguridad. Por la mía, claro. Pero en el campo, puedo
sentirme todo lo libre que quiero y estos meses me han llevado a algunos sitios
bastante divertidos. Personalmente prefiero la montaña, pero si hay un lago o
incluso un río tampoco me parece mal, porque un chapuzón de vez en cuando se agradece
y, con un poco de suerte, hay más peludos por ahí y hago amigos.
Cuando llegan las vacaciones de verano, mi familia busca
siempre sitios a los que podamos ir todos juntos, porque vacaciones son vacaciones,
pero para todos. Descartamos alojamientos racistas y ciudades problemáticas.
Creo que elegimos el destino en función de eso. Hoteles, restaurantes, parques
y playas en los que todos tengamos un sitio. El resto de los destinos… no
tienen ningún interés. ¿Qué puedo recomendaros? Ciudades del interior de
España, como Ávila o Segovia, CentroEuropa descaradamente, algunas zonas de
Francia, aunque no París, en fin, os hacéis una idea, ¿verdad? Estas vacaciones
seguro que me dan una sorpresa.