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domingo, 5 de febrero de 2012
Bratislava. El invierno de los perros
He conocido esta maravillosa ciudad del centro de Europa. Capital de Eslovaquia y cuyo centro es casi medieval.
Llegamos a media mañana y dimos un gran paseo alrededor del castillo. Yo no podía entrar al recinto del propio castillo, por mis cuatro patas, así que un consenso familiar concluyó que no entrábamos ninguno. Ni siquiera a los miradores. Pero sin mayor problema, junto al Parlamento, un edificio modernillo y simpático, hay una terraza con una vista impagable de la ciudad entera. Incluido el platillo volante que hay sobre el puente y que escuché que decían: "deberíamos comer allí un día", de donde deduje que se trataba de un restaurante y no de un ovni. Pero a las pruebas me remito. Tiene toda la pinta.
En el restaurante, no sólo no me pusieron pegas, sino que me invitaron a un gran plato de agua y me rieron las gracias. Que hice pocas, porque entraba frotándome las patas por el frío y no tenía ganas de andar con cortesías. En el interior de lo que debió ser una dependencia del castillo, porque era un restaurante muy poco corriente, pero muy tradicional. Como una especie de bodega, vamos, una monería. Decorado todo él con ladrillo, velas y todo tipo de cosas que a mí, me recordaban una mazmorra. Como decía, en su interior había un loro azul. Así que tampoco me extrañé de que les hiciera gracia que entrase yo.
Como digo, pegas para dejarme entraren lugares público, cero. Salvo en los museos. Y el centro de Bratislava me pareció realmente simpático. Casi todo peatonal. Bastante limpio. Quizá, me pareció ver a la gente un poco triste… aunque sería por el clima. Catorce grados bajo cero no son para ir sonriendo. Son para tener las patas calentitas en casa. Pero como nos tocaba el día de turismo, pues dimos unas cuantas vueltas por el centro. Peatonal y semi desierto. Tan sólo me tropecé con otros dos colegas, uno de ellos disfrazado con un chándal azul.
Lo más bonito de la ciudad, para mi perro gusto, el Palacio de Pauli. Aunque también por fuera, claro. Allí, por lo visto, nació Franz Linz y a mí la música de ese señor me relaja mucho. Soy una perra con gustos finos. Así que me hizo ilusión conocer el palacio. Y la Universidad Istropolitana. No sé si lo he dicho bien, porque nunca antes había oído esa palabra. El caso es que me gusta ver el ambiente universitario de algunas ciudades. Bratislava tiene muy buena pinta a juzgar por su Universidad y los edificios que la albergan. Para terminar un breve apunte que seguramente os interese: es una ciudad muy barata.
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