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jueves, 17 de enero de 2013

Botas para perros



Muchas veces he oído humanos hablar de lo ridículo que puede resultar vestir a un perro. En realidad a nosotros tampoco no hace ninguna gracia. Ninguna. Pero el que habla de este tema tan a la ligera es porque seguramente nunca ha tenido que posar sus patas sobre el hielo el tiempo suficiente para que le congele la almohadilla o porque nunca se le ha hecho bolas el hielo sobre el pelo hasta tal grado que no le permite doblar las rodillas… o porque no ha tenido que ir con los pies descalzos caminando sobre un caminito de sal y nieve derretida.
Yo he pasado por ahí tantas veces que al final, en cuanto la nevada sube del palmo de nieve, no salgo sin mis botas y mi precioso abrigo de cuadros verdes.  Que en realidad, más que un abrigo, en un impermeable, pero me mantiene un poco a salvo de la nieve que se me pega y se quiere venir conmigo a casa.
O cuento lo que pasa. Cuando eres un perrito pequeño, la nieve te cubre y lo pasas mal con la cosa esta blanca tan fría, si tienes el pelo corto, te mueres de frío… y si lo tienes largo, se te engancha y de verdad os aseguro que se hace bolas, bolas de hielo por tu cuerpo… rebozad vuestras cabezas por el suelo un ratito y me contáis la experiencia. Pero así… a lo macho, sin gorro ni nada. Pero sin duda lo peor del mundo es la maldita sal. Que hay países en que parece que es gratis y ala, está por el suelo. Es una sensación horrible. Dicen que algo doloroso es que te echen sal en las heridas… eso no es nada… echaos sal gorda y sucia sobre una pata congelada. Mejor dicho, bajo una pata congelada. Es letal.
En ese caso, vestirse no está tan mal. A mí los renos magos (los de los reyes magos) me han traído un juego de botitas nuevas, porque el año pasado perdí una… y con tres no es lo mismo. Os las enseño porque hay que fijarse que sean sólidas, duras, pero no demasiado, que no vamos a esquiar. Y sobre todo que sean impermeables. De lo contrario será algo decorativo y a nosotros no nos hace falta decorarnos para salir a jugar. Y que se abrochen de forma cómoda, que no nos apriete, pero que tampoco se nos salga, porque quizá, inconscientemente se nos olvide que las llevamos puestas y las perdamos… que fue lo que me pasó a mí… jejejeje.
Y los abrigos igual. Algo impermeable, cálido en función de la cantidad de pelo que tenemos, porque demasiado abrigo también nos molesta. Mi punto perfecto es una especie de capa que no se moja, pero que no pesa y que no es muy difícil de abrochar. Eso es perfecto y así, sí me dan ganas de salir a jugar en la nieve… que es lo que más me gusta. 

lunes, 31 de diciembre de 2012

Feliz 2013 perruno!!



Bueno, ya sólo quedan unos cuantas horas para empezar el nuevo año y que todos los humanos que rodean mi casa se vuelvan locos tirando petardos y fuegos artificiales, ¿qué le vamos a hacer?
Por eso antes de que llegue ese momento me he sentado un ratito a hacer balance y a ver si se me ocurre algo nuevo que contaros. ¿Se os ocurre algo? Si queréis saber algo especial sobre algún destino o una forma de viajar, me gustaría que me escribierais y me lo preguntarais para centrarme un poquito más en ese tema.
Por último, desearos a todos un buen ladrido de año nuevo y que los próximos meses sean maravillosos. Feliz 2013.  

jueves, 6 de diciembre de 2012

El paraíso de los perros



En primero lugar quiero daros las gracias a mis dos nuevas amigas: Sofía e Izas, dos coleguitas que buscan dónde ir con sus peludos. Izas, prometo contarte mis experiencias por el norte para que puedas ir con la familia al completo y no te preocupes por París, yo lo pasé muy bien, es una ciudad preciosa… cierto es que tuve que ir en mochila (literalmente) porque en el metro si no, no me dejaban viajar y en los parques públicos, en los más turísticos no me dejaron entrar, como en ninguna ciudad del mundo… por aquello de los que no recogen lo que ensucian. Pero había varios sitios en los que sí estuve sin problema, por ejemplo, en el Parque de la Villette, que tenéis que visitar sin ninguna duda.
Y Sofía. En Argentina hay muchos sitios que admiten peludos, pero para hacerlo más fácil voy a viajar y así lo veo de primera “pata” y te lo puedo contar.
De momento, hoy voy a hablaros de algo que me ha encantado. En algunas ciudades europeas, en lugar de perseguir a los perros y de condenarnos a correr en un pequeño espacio cuadrado, rodeado de vallas metálicas, que además hace las veces de “cuarto de baño” improvisado, humillándonos un poco más, si cabe… en lugar de eso, delimitan los parque. Una zona es para los juegos infantiles, a donde ni siquiera nos gusta acercarnos más por miedo que por otra cosa, otra zona es para los deportistas: la gente que corre, las bicis, los patines, incluso para los que simplemente quieren pasear; y por fin, nuestra zona.
Hay zonas exclusivas para que los peludos podamos ir sueltos. Sin collar ni bozal ni nada de nada. En las otras zonas, a veces nos dejan entrar también, pero sujetos. Pero aquí, podemos ir a nuestras anchas, sin que absolutamente nadie nos eche la bronca por nada. Corremos, jugamos, nos tumbamos, hacemos amigos e incluso dejamos a nuestras familias pasear con nosotros por esa zona, sin decirles nada.
Eso es un descanso y además una auténtica delicia. Yo acabo de visitar la zona perruna del parque del Prater en la ciudad de Viena y estoy encantada. Pero hay zonas perrunas por todas partes. Debería ser una idea que se extendiera y que, especialmente, se contagiara y se adoptara en España. En parques, playas y en todas partes, que nosotros también queremos participar de la vida divertida.

lunes, 13 de agosto de 2012

Dónde van de tapas los perros. Cucut Biz & Bar


Algunos días me apetece salir a la calle y relajarme. Lo comento en casa, como sólo los perros sabemos hacer, y nos vamos todos a la calle. Pero la verdad es que no busco un paseo, ni siquiera una pequeña excursión, lo único que quiero es que vayamos a un bar donde pongas buenas tapas. Es mi versión del “aperritivo”, porque tarde o temprano, si me porto bien “algo cae”.
Lo que más me gusta es cuando llego a un sitio y me ofrecen, sin siquiera pedirlo, un gran cuenco con agua. Eso siempre me ha parecido un detalle muy agradable. Que soy un perro, no parte del mobiliario y también tengo sed.
En España, por desgracia, es muy complicado  encontrar un sitio donde esto ocurra sin más… pero no imposible. De hecho, hace poco estuve en un sitio en Barcelona, en el que tenían incluso una fuentecilla de hierro al lado de la terraza, para que nos sirviéramos a nuestro gusto. Se llama Cucut Biz. Está en el barrio de Hostafrancs. Y tiene pinta de llevar ahí muchos, muchos años. Huele a solera. De esos sitios que inspiran confianza desde el primer olisqueo.
Bien, pues fuimos. La gente fue muy amable conmigo, ni una mala cara, ni una mirada fea. Un gusto. Como una clienta más, de hecho no era la única bola de pelo que había en aquella terraza, pero “cada uno a en su mesa y las tapas en las de todos”.
Ellos en su mesa, yo debajo buscando la sombra… bien. Todo correcto. Mi plato con agua fresquita de la fuente. Y de pronto, un olor…. No sé qué habrían puesto sobre la mesa, pero me dieron ganas de ponerme en dos patas y echar un ojo. Ya sé que si hago eso no hay aperritivo ninguno. Así que levanté la cabecita y puse esa mirada que uso para preguntar. Al minuto, un trocito de atún. Un boquerón, una anchoa, un cachito de gamba… pelada y todo, un berberecho… ¡pero qué generosidad! Eso es que la tapa que les pusieron era grandísima. Normalmente no comparten tanto. Y yo venga a dar la pata para que no perdieran el ritmo… y es que hay que saber llevarlos. Si ellos están contentos y se sienten relajados, se olvidan de todo y se lían a intentar hacerme más feliz. Es un truco que siempre funciona. Por eso insisto en que me lleven sólo a ciertos sitios. Hay bares, en los que según entran, ya están de mal humor y al final, salimos a tomar una cerveza y acabamos todos enfadados.
En Cucut Biz me puse las botas. Señal del que el sitio les gustó y les atendieron bien. Tanto es así, que cogimos una mesita a media tarde… y acabamos cenando. Tapa va, tapa viene… me puse tibia.
¿Qué más os puedo decir? Sabéis que cuando me gusta un sitio, lo recomiendo en seguida para que mis colegas de cuatro patas puedan disfrutarlo también y en el Cucut Biz me lo he pasado muy bien y ellos, han comido y bebido durante horas, así que no os lo perdáis.

domingo, 29 de julio de 2012

Vacaciones de verano con perro


Normalmente, cuando llega el verano, la mayoría de mis amigos se echan a temblar pensando que sus familias harán las maletas y se irán a pasar unos días de vacaciones lejos de ellos.
Cuando llega el verano, yo sólo tengo que preocuparme de mi rapado de pelo. Porque en casa, sacan la cortadora y me quitan el abrigo. El look de verano no es tan bonito, pero por lo menos no  paso nada de calor.
Mi familia suele tener mucho cuidado con eso. Que no pase calor, por eso no sólo me rapan casi al cero, al más puro estilo “internado militar”, sino que cuando vamos en coche, me abren las ventanas para que me llegué aire fresco y lo mejor es que durante el verano nunca me dejan esperando dentro del coche. Ni siquiera a la sombra. En invierno es otra cosa, en invierno, a veces me dejan en el asiento de atrás con mi mantita, pero creo que no es mucho rato.
Además, cuando vamos a la calle y se prevé que estaremos fuera de casa más de dos horas, ella siempre lleva una botella con agua para mí. Una botella roja, que ya sé que es la mía.
Y es precisamente en verano cuando más excursiones hacemos al campo. Porque si bien es verdad, que en Europa puedo ir donde me dé la gana y entrar donde quiera sin mayor problema, en España sólo puedo ir a la montaña o al río. En la playa sigo teniendo prohibido poner las patas por muy limpias que las lleve y aunque ella siempre lleve un cargamento de bolsitas por si tengo una emergencia. Y no es que me importe mucho, porque en la playa hace muchísimo calor, el agua está salada y a partir del mediodía está todo mucho más sucio que el cajón del gato de mis vecinos. Dan asco. No voy a llorar por no poder entrar. Pero me gusta ir al campo. Correr entre las flores, saltar de aquí para allá sin tener que llevar la dichosa cuerda que tanto me coarta.
Soy consciente de que por la calle no puedo ir a mi aire, fundamentalmente por seguridad. Por la mía, claro. Pero en el campo, puedo sentirme todo lo libre que quiero y estos meses me han llevado a algunos sitios bastante divertidos. Personalmente prefiero la montaña, pero si hay un lago o incluso un río tampoco me parece mal, porque un chapuzón de vez en cuando se agradece y, con un poco de suerte, hay más peludos por ahí y hago amigos.
Cuando llegan las vacaciones de verano, mi familia busca siempre sitios a los que podamos ir todos juntos, porque vacaciones son vacaciones, pero para todos. Descartamos alojamientos racistas y ciudades problemáticas. Creo que elegimos el destino en función de eso. Hoteles, restaurantes, parques y playas en los que todos tengamos un sitio. El resto de los destinos… no tienen ningún interés. ¿Qué puedo recomendaros? Ciudades del interior de España, como Ávila o Segovia, CentroEuropa descaradamente, algunas zonas de Francia, aunque no París, en fin, os hacéis una idea, ¿verdad? Estas vacaciones seguro que me dan una sorpresa.

jueves, 7 de junio de 2012

Perros que viajan en tren por España

Complicado. En este sentido, el plan es complicado. Lamentablemente España está a la cola en las vanguardias viajeras en todo lo que se refiere a los animales de compañía. En fin, consolémonos pensando que igual que otros muchos avances, una vez normalizados en el primer mundo, llegarán a España en cuestión de unos años. De momento, viajar en tren es complicado, pero no imposible. Comencemos hablando de las distancias cortas, es decir, de la red de Cercanías. En los trenes de Cercanías españoles, se permite viajar a animales domésticos, o sea, perros, bajo la supervisión de un humano y, atención que esto es lo mejor, siempre y cuando no haya en el vagón ningún tarado que se oponga a que el perro viaje. Perdonad mi lenguaje, pero me supera pensar en que algo tan absurdo pueda ocurrir de verdad. Es una vergüenza tan grande… Normalmente, también hay que decirlo, la gente no es tan mala y nunca he tenido la experiencia de que me obliguen a bajarme del tren en pleno trayecto porque haya tenido la mala suerte de subirme en el mismo vagón que un psicótico. Pero puede pasar. La parte buena es que viajamos gratis. No hay que pagar nada. Que estaría bueno si al final te hacen bajarte. Las medias distancias ya son otra cosa. Igualmente se permite viajar acompañados y supervisados por un humano. En según qué viajes, además se nos dice que los “animales deberán ir, cuando proceda, con la guía de sanidad, en las condiciones higiénico sanitarias y de seguridad previstas en la legislación vigente”. Pero el transporte se limita a los animales pequeños, es decir, gatos, hurones, aves y “perros patada” de no más de 10Kg. ¿Qué hacen los perros grandes? Pues buscarse la vida, supongo… El importe es el 25% del billete a Tarifa General, es decir, sin promociones ni descuentos. Como máximo puede viajar un animal por viajero, dentro de una jaula. ¡Dentro de una jaula! Con un dispositivo que permita contener y retirar los residuos, que ya me contarás qué residuos va a producir un perro en las 3 horas de un viaje, ¿qué pensarán que somos los perros? Y las dimensiones de la jaula no pueden ser superiores a 60x35x25 cm. Un asco. En principio nos permiten viajar en todos los trenes de media distancia, pero si los cogemos en un mal día, pueden limitar el número máximo de animales por tren y por vagón. Y para más datos, el animal no tiene derecho a asiento ni a disponer de plaza reservada. Vamos, para comer cerillas. Bien, y por último, las largas distancias. Donde hay que llevar la documentación en regla. Igualmente sólo podrán viajar perritos de menos de 10Kg., gatos, hurones y aves que no sean de corral. Las gallinas se buscan la vida y alquilan un coche junto con los perros grandes. Cada viajero puede llevar un máximo de un animal, dentro de una jaula de máximo 60x35x25cm y con dispositivo para “contener y retirar residuos”. En plazas acostadas, es decir, en el coche cama, sólo se puede viajar en la modalidad familiar, que viene a ser cuando se alquila el compartimento completo. Y el precio es del 25% del asiento de clase turista… independientemente de si viajamos en primera o en cuarta, eso sí. En el AVE, nos permiten ocupar una plaza con la jaula, en cuyo caso se aplicará la tarifa general de ida y vuelta en la clase correspondiente… eso o llevar la jaula al hombro. Bien, bien no está, pero mal, mal tampoco, al menos podemos viajar. ¿Qué os parece?

jueves, 3 de mayo de 2012

Cuánto puede pesar un perro para volar en avión

Normalmente os diría que un perro puede pesar lo que le dé literalmente la gana. La diferencia es que viajará "arriba" con los humanos o "abajo" con las maletas especiales. No con las maletas... esas van en la cola casi. Los animales tienen una cabina especial en la que llevan incluso calefacción y no se puede decir que viajen mal, pero claro, esto es como viajar en "turista" o viajar "en primera". Nosotros también queremos viajar arriba, con los humanos y cotillear el panorama. Sobre todo, porque nos viajar en la bodega de animales nos da bastante ansiedad. Hablo según me han contado mis colegas de cuatro patas, porque yo nunca he tenido el gusto ni el disgusto de meterme ahí. Cada línea aérea tiene sus propias normas, pero suelen estar de acuerdo en algunas cosas, por ejemplo, no dejan volar cachorros de menos de 8 semanas. Evidentemente por la presión y los oídos del peque. Pero todo eso os lo contaré el próximo día cuando vayamos en avión. De momento sólo quería hacer hincapié en el hecho de la decisión de si vas "arriba" o "abajo" viene dada en función de tu peso. Por eso se me ha ocurrido pesarme en una báscula que me he encontrado por la calle y que, a la sazón, me recuerda aquellas en las que se pesaba Ofelia en los tebeos de Mortadelo y Filemón... aunque claro está yo no la hago dar dos vueltas. Yo soy casi una pluma. Casi. Porque estoy en el límite para viajar "arriba" y ella me ha llamado "foca" (que no sé por qué, porque yo claramente soy un perro) cuando ha visto que sobrepaso el peso "ideal" por un kilo y medio. Sí, ya lo sé, un kilo y medio no es nada, pero cuando pesas menos de 10 kilos, es un 10%... sí, es mucho. Habrá que iniciar inmediatamente la operación "perrikini" para el verano o me quedaré en tierra. La mayoría de las compañías permiten un peludo de 6 kilos, algunas incluso de 8, pero tenemos que ir metidos en la dichosa jaula. Excepto los perros lazarillos, que como van en viaje de trabajo, pueden ir un poco más a su aire. Eso sí, con bozal. Está claro que un perro que ha sido entrenado para indicar a un humano cuándo cruzar una calle y cuando no, por dónde andar para no tropezarse y que sabe dónde está el “baño” y dónde no, no es capaz de diferenciar su comida del brazo de otro pasajero. Y claro, igual se vuelve loco y se come a alguien, en un descuido. Es la forma políticamente correcta, que hay que llevar bozal por si algún histérico es presa de la esquizofrenia. A ver si se creen que nosotros mordemos indiscriminadamente a cualquiera… sin saber si está vacunado o si se ha duchado ese día. En fin, que de momento yo creo que me van a mandar "abajo" o me van a poner a dieta. Lo estamos negociando.

domingo, 11 de marzo de 2012

Cómo viajar al extranjero si eres un perro

Viajar cada vez es más complicado y cada implica más y más requisitos. Para los animales y para las personas. Porque hay que ver la de cosas que te piden... y el precio que le ponen a la tontería. Es como si no quisieran que nos moviéramos de casa por alguna extraña razón y no tuvieran valor para decirlo claramente. Así que, si es importante tener en cuenta todo lo que hacer falta para que nos lo permitan. En mi caso, es necesario un perroporte, es decir, el pasaporte de los perros. Que es una cartilla azul que sustituye a todos los efectos, la vieja cartilla de vacunación. Con eso al menos podemos circular libremente por los países de la UE. Salir fuera, además de implicar avión, se pone aún más complicado. Vendría a ser como llevar el DNI perruno. Para que te concedan el perroporte, es necesario que te hayan inoculado el absurdo e inútil, pero carísimo y obligatorio chip. Por cierto, a mí me lo han tenido que poner dos veces, porque al parecer "desaparece" y también me lo han cobrado dos veces. Ah! Y sí duele. De verdad que duele. Incluso durante días. Una vez que tenemos el chip y sus datos coindicen con los de nuestra familia y tutores, hay que estar al día con las vacunas, sobre todo la de la rabia. Vacuna o revacuna, porque a mí cae una todos los años. Y hay que ser mayor de edad, es decir, tener más de 3 meses. Luego está Finlandia, que te pide que te vacunes contra el Echinococcus, 30 días antes de salir, como la cartilla amarilla de humanos para viajes a sitios tropicales... jejeje. Y finalmente, los histéricos, que son los países del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte, las Islas Anglonormandas y la Isla de Man), Suecia y Malta, que en mi opinión ya se pasan un poco, exigiendo que además se te haga un análisis de sangre para valorar los anticuerpo antirrábicos. En el Reino Unido el análisis debe ser 30 días después de la vacuna y de 6 meses antes de la partida (como para una escapada sorpresa...); y para Suecia, la muestra hay que hacerla 120 días después de la vacuna. Casi no merece la pena con lo fácil que es a otros sitios menos exigentes. El perroporte además no es muy barato. Como suelen aprovechar el viaje y te lo hacen cuando te vacunan, al final la broma no es tontería, pero si con eso puedes ir de viaje y disfrutar del mundo y de lo bien que te tratan en otros países, merece la pena. Por cierto, no olvidéis que en el nuevo perroporte hay que incluir una foto. Yo estoy acostumbrada, pero os recomiendo que salgáis muy guapos, porque es una foto que verá mucha gente.

jueves, 1 de marzo de 2012

La Linz para perros

Hace poco tiempo he visitado la ciudad de Linz, en Alta Austria. Para empezar tuve la suerte de viajar en tren, como una princesa, por cortesía de ÖBB, pero es otra historia que ya os he contado. Hoy quiero centrarme en la ciudad y en lo que ha significado para mí.
No es un lugar especialmente verde ni está repleto de parques o de zonas donde correr y retozar, pero tiene dos cosas muy buenas. La primera es que el transporte público, para nosotros es gratis. Es la primera vez que, haciendo turismo me encuentro con que ser perro es una ventaja y pude sentir las miradas humanas, pensando en la suerte que tenía de tener cuatro patas y de querer coger un tranvía. La otra gran ventaja es que, salvo en contados museos y alguna catedral, aún temerosos de que los cánidos nos volvamos locos y echemos a correr por encima de las mesas destrozando todo a nuestro paso... salvo en esos casos, las puertas estuvieron abiertas para todo. Absolutamente todo: restaurantes, cafeterías, bares, panaderías, tiendas, hoteles, museos e incluso hasta la entrada en algunas iglesias. La gente ni siquiera hubiera reparado en mí, de no ser porque iba ataviada con abrigo y botas de perro. Sí. Suena ridículo, pero ¿habéis probado a arrastraros sobre las manos y pies descalzos sobre el hielo? Y peor aún, ¿cuándo estos graciosos rocían con sal el suelo para que no se congele? Mis patas no soportan la sal. Quizá sea demasiado fina para este mundo de humanos, pero necesitaba las botas. Y el abrigo es porque realmente, en Linz, hacía frío. La nieve a ellos les llegaba por encima de la rodilla en muchos puntos... a mí me cubría por completo. Así que con abrigo y botas, evidentemente, no podía pasar desapercibida ante nadie.
La gente en Linz no parece ser muy cosmopolita, a pesar del ambiente futurista de cambio del que hacen gala y que lo inunda todo por doquier. Son gente tradicional, sencilla y me temo que dada al cambio, únicamente en lo tocante a la cultura. Las costumbres son las costumbres. Y no debían haber visto más perros vestidos que los de los dibujos animados. Ese tradicionalismo se puede apreciar especialmente a la hora de comer. He oído hablar de una Tarta de Linz, que por supuesto no he catado, porque debe ser dulce a más no poder. Huele bien. Eso sí. Lo que sí pude probar es una variedad de salchicha que mide lo que un cochinillo y que se llama Leberkässe. Leber es hígado y Kässe, queso. Nada que ver. Quizá hígado lleve un poco, pero queso no. Es eso, una megasalchicha, rellena de cosas peculiares como frutos secos o verduras. Está bastante buena. Se suele comer dentro de un panecillo, como un pequeño bocadillo, pero yo el pan no lo como. Engorda. Sólo la salchicha. Y como la cortan en rodajas, al final parece que te estás comiendo otra cosa. Tenéis que probarlo. En realidad, si tenéis cuatro patas y os normalmente os sentís desplazados cuando viajáis... tenéis que ir a Linz, porque parece una ciudad hecha a nuestra medida.