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viernes, 2 de septiembre de 2011
Perregrinación a Santiago
¿Cuántas veces en la vida tenemos oportunidad de hacer un viaje realmente distinto? Porque todo el mundo emprende vacaciones a lomos de transporte motorizado, pero el Camino de Santiago es una ruptura clara con todas nuestras concepciones y una experiencia que se sale de la normalidad por todos los lados. De verdad, a mí me rompió los esquemas.
Para empezar, creía que íbamos de paseo. Pero un paseo normal viene a ser, como mucho, una caminata de 2 horas, quizá 3. Hay gente que camina kilómetros y kilómetros, pero no diariamente. Quiero decir, eso no es lo normal. El Camino de Santiago, como mínimo son 100 kilómetros y eso es andar todo el día, durante muchos días. Y cuando digo muchos días, quiero decir 6 días andando... eso, para alguien con las patas tan cortas como yo, es mucho.
Sin embargo, creo que de todas las excursiones que he hecho en estos últimos meses, ha sido la mejor. Todo el día a mi aire, conociendo el camino, descubriendo cosas sobre mí misma y sobre los demás, haciendo amigos y disfrutando de la naturaleza. No voy a hablar del cansancio, ni del dolor de patas, ni de los calambres... pero sí recomiendo que se tengan en cuenta y la gente que se anime vaya preparada con pomadas y medicamentos, porque nunca se sabe. A mí no me dieron nada y alguna noche me dolía hasta la lengua, así que si camináis con peludos como yo, acordaos por favor.
De verdad, la parte más fuerte y destacable es aquella en la que no hay nada. No te duele, ni hay gente, no hablas o no ladras y sólo estás tú disfrutando de un tiempo que parece haberse detenido. Aunque está claro que no puede ser así todo el rato y es entonces cuando conoces más personas y vas haciendo un grupo. No muy grande, pero muy bueno.
Yo conocí, por ejemplo, al hombre más impresionante que se ha cruzado en mi perra vida: el tío Heinrich. Un señor de unos 70 años, que acababa de superar una embolia tras quedarse viudo y que quería demostrar a su hija que era capaz de llegar al fin del mundo con sólo proponérselo. Y allá que se vino, desde nada menos que Colonia... y cuando llegó a Santiago no quería volverse ni de broma, está claro. La energía de aquél hombre, su empuje y su compañía me hicieron aprender muchas cosas. De eso trata fundamentalmente el camino, ¿verdad? De aprender, de descubrir, de disfrutar... y lo de disfrutar debería escribirlo dos veces porque es así.
No digo que haya que hacerlo en un tiempo record ni que esté mal hacerlo en días alternos, cada uno es consciente de su capacidad, lo importante es hacerlo. Creedme, no comprendes lo que quiere decir que merece la pena, hasta que lo haces.
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