Ante la insufrible cantidad de problemas que me ponían en
algunas compañías aéreas para poder viajar en avión… he cambiado de táctica.
Os cuento. Parece que en muchos aviones, sólo puedes volar
“arriba” si eres un puñadito de pelo con patas o si te pones a dieta de
risquetos y agua. Servidora está en los límites, pero a mi cuerpo serrano hay
que sumarle la jaula… me mandan al calabozo y no parecía buen plan.
Ella, mi humana, que es lista, ha descubierto una solución temporal y
esa es: el barco. Digo temporal porque tarde o temprano tendremos que cruzar el
charco ese de agua salada que no se puede beber y tendremos todos que
doblegarnos a lo que la suerte decida. Pero de momento, he viajado en barco.
Concretamente en Grimaldi Lines.
Esto es sencillo porque la verdad es que problemas para
subir al barco te ponen cero. Yo, por si acaso llevaba mi perroporte, mis vacunas,
mi billete y todos mis papeles en orden y al día. Pero nadie me pidió
absolutamente nada.Así que, podría decirse que no hay realmente ningún requisito para que un perro viaje en barco, al menos con esta compañía.
Luego, sí que es verdad que dentro… hay una “Dog Village” donde
hay unas casetas de metal en la cubierta
superior. Inhumanas es decir poco, porque si llueve te mojas, si hace sol te
tuestas y si hace viento no quiero ni imaginarme en lo que puedes acabar
pensando. Pero como los marineros de este barco también tienen peluditos en sus
familias, al final hacen la vista gorda y no les importa que vayas un poco a tu
aire. Seas del tamaño que seas, que aquí no son racistas. Lo cierto es que
mientras no te metas en un camarote y te acuestes en la cama o mientras no
entres en el comedor… nadie te dice ni lo más mínimo.
Bueno, la única pega es cuando viajas en una ruta que va o
que vuelve de un país árabe, porque esos humanos tienen ancestrales problemas
con los animales, con casi todo en realidad porque creo que con cierto tipo de
humanos también tienen problemas. Los árabes que se cruzan con peludos huyen entre aspavientos y maldiciones,
pero en tanto que son ellos los que se van, a nosotros nos da soberanamente
igual y podemos continuar disfrutando de
nuestra travesía.
Lo mejor de todo es la cubierta. Cualquiera de ellas. El sol,
que se siente diferente sobre el pelo, el viento que es increíblemente
agradable y el olor, porque huele a agua salada… a lo que los humanos llaman “mar”.
Eso y el vaivén del suelo, que es muy divertido. Me ha gustado mucho viajar en
barco y ser tratada como una más.