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domingo, 11 de marzo de 2012
Cómo viajar al extranjero si eres un perro
Viajar cada vez es más complicado y cada implica más y más requisitos. Para los animales y para las personas. Porque hay que ver la de cosas que te piden... y el precio que le ponen a la tontería. Es como si no quisieran que nos moviéramos de casa por alguna extraña razón y no tuvieran valor para decirlo claramente.
Así que, si es importante tener en cuenta todo lo que hacer falta para que nos lo permitan. En mi caso, es necesario un perroporte, es decir, el pasaporte de los perros. Que es una cartilla azul que sustituye a todos los efectos, la vieja cartilla de vacunación. Con eso al menos podemos circular libremente por los países de la UE. Salir fuera, además de implicar avión, se pone aún más complicado. Vendría a ser como llevar el DNI perruno.
Para que te concedan el perroporte, es necesario que te hayan inoculado el absurdo e inútil, pero carísimo y obligatorio chip. Por cierto, a mí me lo han tenido que poner dos veces, porque al parecer "desaparece" y también me lo han cobrado dos veces. Ah! Y sí duele. De verdad que duele. Incluso durante días. Una vez que tenemos el chip y sus datos coindicen con los de nuestra familia y tutores, hay que estar al día con las vacunas, sobre todo la de la rabia. Vacuna o revacuna, porque a mí cae una todos los años. Y hay que ser mayor de edad, es decir, tener más de 3 meses.
Luego está Finlandia, que te pide que te vacunes contra el Echinococcus, 30 días antes de salir, como la cartilla amarilla de humanos para viajes a sitios tropicales... jejeje. Y finalmente, los histéricos, que son los países del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte, las Islas Anglonormandas y la Isla de Man), Suecia y Malta, que en mi opinión ya se pasan un poco, exigiendo que además se te haga un análisis de sangre para valorar los anticuerpo antirrábicos. En el Reino Unido el análisis debe ser 30 días después de la vacuna y de 6 meses antes de la partida (como para una escapada sorpresa...); y para Suecia, la muestra hay que hacerla 120 días después de la vacuna. Casi no merece la pena con lo fácil que es a otros sitios menos exigentes.
El perroporte además no es muy barato. Como suelen aprovechar el viaje y te lo hacen cuando te vacunan, al final la broma no es tontería, pero si con eso puedes ir de viaje y disfrutar del mundo y de lo bien que te tratan en otros países, merece la pena. Por cierto, no olvidéis que en el nuevo perroporte hay que incluir una foto. Yo estoy acostumbrada, pero os recomiendo que salgáis muy guapos, porque es una foto que verá mucha gente.
jueves, 1 de marzo de 2012
La Linz para perros
Hace poco tiempo he visitado la ciudad de Linz, en Alta Austria. Para empezar tuve la suerte de viajar en tren, como una princesa, por cortesía de ÖBB, pero es otra historia que ya os he contado. Hoy quiero centrarme en la ciudad y en lo que ha significado para mí.
No es un lugar especialmente verde ni está repleto de parques o de zonas donde correr y retozar, pero tiene dos cosas muy buenas. La primera es que el transporte público, para nosotros es gratis. Es la primera vez que, haciendo turismo me encuentro con que ser perro es una ventaja y pude sentir las miradas humanas, pensando en la suerte que tenía de tener cuatro patas y de querer coger un tranvía. La otra gran ventaja es que, salvo en contados museos y alguna catedral, aún temerosos de que los cánidos nos volvamos locos y echemos a correr por encima de las mesas destrozando todo a nuestro paso... salvo en esos casos, las puertas estuvieron abiertas para todo. Absolutamente todo: restaurantes, cafeterías, bares, panaderías, tiendas, hoteles, museos e incluso hasta la entrada en algunas iglesias. La gente ni siquiera hubiera reparado en mí, de no ser porque iba ataviada con abrigo y botas de perro. Sí. Suena ridículo, pero ¿habéis probado a arrastraros sobre las manos y pies descalzos sobre el hielo? Y peor aún, ¿cuándo estos graciosos rocían con sal el suelo para que no se congele? Mis patas no soportan la sal. Quizá sea demasiado fina para este mundo de humanos, pero necesitaba las botas. Y el abrigo es porque realmente, en Linz, hacía frío. La nieve a ellos les llegaba por encima de la rodilla en muchos puntos... a mí me cubría por completo. Así que con abrigo y botas, evidentemente, no podía pasar desapercibida ante nadie.
La gente en Linz no parece ser muy cosmopolita, a pesar del ambiente futurista de cambio del que hacen gala y que lo inunda todo por doquier. Son gente tradicional, sencilla y me temo que dada al cambio, únicamente en lo tocante a la cultura. Las costumbres son las costumbres. Y no debían haber visto más perros vestidos que los de los dibujos animados. Ese tradicionalismo se puede apreciar especialmente a la hora de comer. He oído hablar de una Tarta de Linz, que por supuesto no he catado, porque debe ser dulce a más no poder. Huele bien. Eso sí. Lo que sí pude probar es una variedad de salchicha que mide lo que un cochinillo y que se llama Leberkässe. Leber es hígado y Kässe, queso. Nada que ver. Quizá hígado lleve un poco, pero queso no. Es eso, una megasalchicha, rellena de cosas peculiares como frutos secos o verduras. Está bastante buena. Se suele comer dentro de un panecillo, como un pequeño bocadillo, pero yo el pan no lo como. Engorda. Sólo la salchicha. Y como la cortan en rodajas, al final parece que te estás comiendo otra cosa. Tenéis que probarlo. En realidad, si tenéis cuatro patas y os normalmente os sentís desplazados cuando viajáis... tenéis que ir a Linz, porque parece una ciudad hecha a nuestra medida.
No es un lugar especialmente verde ni está repleto de parques o de zonas donde correr y retozar, pero tiene dos cosas muy buenas. La primera es que el transporte público, para nosotros es gratis. Es la primera vez que, haciendo turismo me encuentro con que ser perro es una ventaja y pude sentir las miradas humanas, pensando en la suerte que tenía de tener cuatro patas y de querer coger un tranvía. La otra gran ventaja es que, salvo en contados museos y alguna catedral, aún temerosos de que los cánidos nos volvamos locos y echemos a correr por encima de las mesas destrozando todo a nuestro paso... salvo en esos casos, las puertas estuvieron abiertas para todo. Absolutamente todo: restaurantes, cafeterías, bares, panaderías, tiendas, hoteles, museos e incluso hasta la entrada en algunas iglesias. La gente ni siquiera hubiera reparado en mí, de no ser porque iba ataviada con abrigo y botas de perro. Sí. Suena ridículo, pero ¿habéis probado a arrastraros sobre las manos y pies descalzos sobre el hielo? Y peor aún, ¿cuándo estos graciosos rocían con sal el suelo para que no se congele? Mis patas no soportan la sal. Quizá sea demasiado fina para este mundo de humanos, pero necesitaba las botas. Y el abrigo es porque realmente, en Linz, hacía frío. La nieve a ellos les llegaba por encima de la rodilla en muchos puntos... a mí me cubría por completo. Así que con abrigo y botas, evidentemente, no podía pasar desapercibida ante nadie.
La gente en Linz no parece ser muy cosmopolita, a pesar del ambiente futurista de cambio del que hacen gala y que lo inunda todo por doquier. Son gente tradicional, sencilla y me temo que dada al cambio, únicamente en lo tocante a la cultura. Las costumbres son las costumbres. Y no debían haber visto más perros vestidos que los de los dibujos animados. Ese tradicionalismo se puede apreciar especialmente a la hora de comer. He oído hablar de una Tarta de Linz, que por supuesto no he catado, porque debe ser dulce a más no poder. Huele bien. Eso sí. Lo que sí pude probar es una variedad de salchicha que mide lo que un cochinillo y que se llama Leberkässe. Leber es hígado y Kässe, queso. Nada que ver. Quizá hígado lleve un poco, pero queso no. Es eso, una megasalchicha, rellena de cosas peculiares como frutos secos o verduras. Está bastante buena. Se suele comer dentro de un panecillo, como un pequeño bocadillo, pero yo el pan no lo como. Engorda. Sólo la salchicha. Y como la cortan en rodajas, al final parece que te estás comiendo otra cosa. Tenéis que probarlo. En realidad, si tenéis cuatro patas y os normalmente os sentís desplazados cuando viajáis... tenéis que ir a Linz, porque parece una ciudad hecha a nuestra medida.
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