Muchas veces he oído humanos hablar de lo ridículo que puede
resultar vestir a un perro. En realidad a nosotros tampoco no hace ninguna
gracia. Ninguna. Pero el que habla de este tema tan a la ligera es porque
seguramente nunca ha tenido que posar sus patas sobre el hielo el tiempo
suficiente para que le congele la almohadilla o porque nunca se le ha hecho
bolas el hielo sobre el pelo hasta tal grado que no le permite doblar las
rodillas… o porque no ha tenido que ir con los pies descalzos caminando sobre
un caminito de sal y nieve derretida.
Yo he pasado por ahí tantas veces que al final, en cuanto la
nevada sube del palmo de nieve, no salgo sin mis botas y mi precioso abrigo de
cuadros verdes. Que en realidad, más que
un abrigo, en un impermeable, pero me mantiene un poco a salvo de la nieve que
se me pega y se quiere venir conmigo a casa.
O cuento lo que pasa. Cuando eres un perrito pequeño, la
nieve te cubre y lo pasas mal con la cosa esta blanca tan fría, si tienes el
pelo corto, te mueres de frío… y si lo tienes largo, se te engancha y de verdad
os aseguro que se hace bolas, bolas de hielo por tu cuerpo… rebozad vuestras
cabezas por el suelo un ratito y me contáis la experiencia. Pero así… a lo macho,
sin gorro ni nada. Pero sin duda lo peor del mundo es la maldita sal. Que hay
países en que parece que es gratis y ala, está por el suelo. Es una sensación
horrible. Dicen que algo doloroso es que te echen sal en las heridas… eso no es
nada… echaos sal gorda y sucia sobre una pata congelada. Mejor dicho, bajo una
pata congelada. Es letal.
En ese caso, vestirse no está tan mal. A mí los renos magos
(los de los reyes magos) me han traído un juego de botitas nuevas, porque el
año pasado perdí una… y con tres no es lo mismo. Os las enseño porque hay que
fijarse que sean sólidas, duras, pero no demasiado, que no vamos a esquiar. Y
sobre todo que sean impermeables. De lo contrario será algo decorativo y a
nosotros no nos hace falta decorarnos para salir a jugar. Y que se abrochen de
forma cómoda, que no nos apriete, pero que tampoco se nos salga, porque quizá,
inconscientemente se nos olvide que las llevamos puestas y las perdamos… que
fue lo que me pasó a mí… jejejeje.
Y los abrigos igual. Algo impermeable, cálido en función de
la cantidad de pelo que tenemos, porque demasiado abrigo también nos molesta.
Mi punto perfecto es una especie de capa que no se moja, pero que no pesa y que
no es muy difícil de abrochar. Eso es perfecto y así, sí me dan ganas de salir
a jugar en la nieve… que es lo que más me gusta.