Algunos días me apetece salir a la calle y relajarme. Lo
comento en casa, como sólo los perros sabemos hacer, y nos vamos todos a la
calle. Pero la verdad es que no busco un paseo, ni siquiera una pequeña
excursión, lo único que quiero es que vayamos a un bar donde pongas buenas
tapas. Es mi versión del “aperritivo”, porque tarde o temprano, si me porto
bien “algo cae”.
Lo que más me gusta es cuando llego a un sitio y me ofrecen,
sin siquiera pedirlo, un gran cuenco con agua. Eso siempre me ha parecido un
detalle muy agradable. Que soy un perro, no parte del mobiliario y también
tengo sed.
En España, por desgracia, es muy complicado encontrar un sitio donde esto ocurra sin más…
pero no imposible. De hecho, hace poco estuve en un sitio en Barcelona, en el
que tenían incluso una fuentecilla de hierro al lado de la terraza, para que
nos sirviéramos a nuestro gusto. Se llama Cucut Biz. Está en el barrio de
Hostafrancs. Y tiene pinta de llevar ahí muchos, muchos años. Huele a solera.
De esos sitios que inspiran confianza desde el primer olisqueo.
Bien, pues fuimos. La gente fue muy amable conmigo, ni una
mala cara, ni una mirada fea. Un gusto. Como una clienta más, de hecho no era
la única bola de pelo que había en aquella terraza, pero “cada uno a en su mesa
y las tapas en las de todos”.
Ellos en su mesa, yo debajo buscando la sombra… bien. Todo
correcto. Mi plato con agua fresquita de la fuente. Y de pronto, un olor…. No
sé qué habrían puesto sobre la mesa, pero me dieron ganas de ponerme en dos
patas y echar un ojo. Ya sé que si hago eso no hay aperritivo ninguno. Así que
levanté la cabecita y puse esa mirada que uso para preguntar. Al minuto, un
trocito de atún. Un boquerón, una anchoa, un cachito de gamba… pelada y todo,
un berberecho… ¡pero qué generosidad! Eso es que la tapa que les pusieron era
grandísima. Normalmente no comparten tanto. Y yo venga a dar la pata para que
no perdieran el ritmo… y es que hay que saber llevarlos. Si ellos están
contentos y se sienten relajados, se olvidan de todo y se lían a intentar
hacerme más feliz. Es un truco que siempre funciona. Por eso insisto en que me
lleven sólo a ciertos sitios. Hay bares, en los que según entran, ya están de
mal humor y al final, salimos a tomar una cerveza y acabamos todos enfadados.
En Cucut Biz me puse las botas. Señal del que el sitio les
gustó y les atendieron bien. Tanto es así, que cogimos una mesita a media
tarde… y acabamos cenando. Tapa va, tapa viene… me puse tibia.
¿Qué más os puedo decir? Sabéis que cuando me gusta un
sitio, lo recomiendo en seguida para que mis colegas de cuatro patas puedan
disfrutarlo también y en el Cucut Biz me lo he pasado muy bien y ellos, han
comido y bebido durante horas, así que no os lo perdáis.